martes, 15 de abril de 2014

Sobre lo bonito que es el amor.

                                                                 
                                         "He cumplido todas las leyes; las humanas, las divinas... Tú... No has cumplido ni una, y todos te han querido más a ti."



Él lo recuerda, yo estoy segura de que sí. Me extrañó mucho aquella vez que me preguntó sobre esta frase, ya que no imaginaba que nadie fuera a indagar tanto en mi perfil, y mucho menos que se fijaría en algo que tan concretamente me había conmovido. En ese momento me alegré de que alguien pudiera entender ese sentimiento de incomprensión que me había llevado a publicar esa cita. Irónicamente ésa misma cita la utilizo ahora. Para él.


Pasó el tiempo desde la primera vez que nos vimos y nos seguimos descubriendo. En una imagen mental que tengo cuando se habla de "dos personas que se descubren" me imagino un momento en el que él encuentra un lunar que no sabía que existía, o una tarde en la que descubro que su canción favorita de los Beatles sea la misma que la mía... Es decir, todas esas gilipolleces que hacen que algunos recuerdos merezcan más la pena que otros, sin que signifique nada más que eso... Simples recuerdos. Pero incluso me han contado que hay gente que se llega a enamorar por estas cosas.

Pero con esta persona no fue así. Fue un descubrimiento duro, demasiado esfuerzo, como si tan pronto me hubiera conocido, me hubiera cogido por la fuerza para contar todos mis lunares y descubrirlos ahí mismo. Me cogió con violencia y mucha torpeza, tal como la de un niño de 5 años. Salvo que no había inocencia en sus ojos. Y el problema con esas miradas es que se confunden con cualquier otra cosa menos con una cierta maldad, y solo yo parecía verlo.

Me negué en muchas ocasiones juzgarle, pues viendo que todo el mundo parecía adorarle pensé que tal vez mi sistema de juicios estaba algo dañado y no me parecía justo someter a nadie a un tercer grado para comprobarlo. 

Así que lo dejé pasar y pese a ese sentimiento de desconfianza que me susurraba al oído cuando estaba con él, le dejé entrar a mi salita de estar y estar y estuvo.

Y estuvo tanto que su mirada ya me parecía familiar, su maldad se convirtió en un rasgo puramente físico y su sonrisa llegó a ser sincera. Mi falta de atención al detalle pasó por alto que aquellos dedos con los que quiso tocarme estaban ligeramente bañados en veneno. Y escribió, y volvió a cogerme por la fuerza, y me sacudió y me desnudó en ese teatro desde el que manipula toda la obra que le rodea.


Y tiene la excusa del amor. Quién puede tocarle si lo que le pasa es que está enamorado. Además, si el amor tiene una connotación tan positiva es casi imposible demostrar que alguien embadurnado en ese lodo pueda haber hecho algo malo.


Pero para mí es eso. El amor es un pozo de lodo. Él se revuelca ahí, se acostumbra al olor y eso es perfecto, es cosa suya. Pero no me toques, no me manches, yo no he pedido eso. Revuélcate con los que se metieron ahí también y consolaos con vuestro hedor. 

Solo le pude decir que me había dado cuenta de que el amor era mirar en el ombligo de otra persona un espejo en el que solo te reflejas tú. Aún cuando le dije que no me manchara él así lo hizo.

Su sucio egoísmo traducido en amor es lo único que descubrí. 


Eso, y que la elegancia para devolver las puñaladas es un acto muy poco agradecido.



El amor es bonito, ¿verdad?


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